23 enero, 2019

A 30 años del Combate de La Tablada,

Hace 30 años el MTP atacaba La Tablada, la última batalla de la izquierda militarista en la Argentina.

 

En el final del gobierno de Alfonsín, medio centenar de integrantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) tomó el cuartel. Ellos dicen que buscaban generar una insurrección popular. El preseidente los calificó como “alucinados”.

Hace 30 años, un 23 de enero de 1989, el país se despertaba conmocionado con la noticia del asalto al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada por parte de medio centenar de integrantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Sería la última batalla de la izquierda militarista en la Argentina, un baño de sangre que volvió a evocar la violencia de los '70, una acción que parecía absurda en un país que, pese a sus problemas, había recuperado la democracia cinco años antes.

Al grito de "¡Viva Seineldín!", "¡Viva Rico!" y "¡Mueran los generales hijos de puta!", los 46 atacantes irrumpieron en el cuartel poco después de las 6 de la mañana. Hicieron punta con un camión de Coca-Cola robado, que derribó el portón de acceso.

La invocación de los nombres de los líderes carapintadas Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldín, que desde 1987 habían puesto en jaque con alzamientos militares al gobierno de Raúl Alfonsín, tenía por objetivo lo que para muchos fue un plan delirante: hacer creer que se trataba de una nueva asonada castrense, para generar así una gran insurrección popular, montada en el sentimiento antimilitar y en el caldo de cultivo de una crítica situación económica. Con racionamiento energético, el fracaso del "Plan Primavera" un mes después y una inflación desbordada, Alfonsín se vería obligado a convocar a elecciones anticipadas para mayo de 1989, menos de cuatro meses después del 23E.

En el camión y detrás en otros vehículos entraron a sangre y fuego los guerrilleros del MTP, en grupos con distintos objetivos, uno de ellos apoderarse de los tanques. Al mediodía controlaban una parte de la unidad y ya había varios muertos y heridos. La carnicería humana tiene epicentro en la Guardia de Prevención: el primer muerto es el conscripto Roberto Taddía, un chico de 19 años, de Bernal. El segundo jefe a cargo del Regimiento, el mayor Horacio Fernández Cutiellos, ejerce una tenaz resistencia y con su fusil mata a varios atacantes, hasta que las balas terminan con su vida.

Alfonsín llega a la Casa Rosada a las 9. El Gobierno, atónito, también se hace eco al principio de la versión de que se trata de carapintadas. El coronel Seineldín venía de protagonizar 40 días antes el alzamiento de Villa Martelli, y se hablaba con insistencia de nuevos "remezones". Pero pronto se confirma que es el MTP. En rigor se habló primero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la guerrilla guevarista fundada por Roberto Santucho. No estaban lejos: al frente del ataque, aunque no ingresó al cuartel, estaba Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, el "Pelado", uno de los jefes del ERP en los 70 (había liderado el ataque a la Guarnición Militar de Azul en 1974), fundador del MTP. En la aventura de La Tablada lo secundaron varios combatientes que junto a él habían integrado la Columna Sur del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en la revolución nicaragüense que en 1979 derrocó al dictador Anastasio Somoza. En una operación altamente planificada, un comando encabezado por Gorriarán asesinaría a Somoza en su exilio en Asunción, un año después.

Toda la tarde del 23 de enero se combatió en La Tablada y por 36 horas, hasta las 9 del día siguiente. Durante años, Gorriarán (que fue indultado por Eduardo Duhalde en 2003, y murió de un cáncer en 2006) y los sobrevivientes de la increíble incursión sostuvieron haber actuado para "frenar un golpe de Estado". Desde diciembre de 1988 el MTP venía diciendo que los carapintada preparaban un golpe, y así lo habían denunciado el 12 de enero el reconocido abogado de derechos humanos Jorge Baños junto a Francisco "Pancho" Provenzano, muerto el primero en La Tablada y "desaparecido"” el segundo, tras ser apresado vivo, según testimoniaron los sobrevivientes. Memoria incómoda para la democracia, a pesar de la intención de Alfonsín de "enfrentar la subversión desde el Estado de derecho" tras la rendición, el Ejército aplicó la receta conocida: torturas, ejecuciones sumarias, desaparecidos, a quienes habían asesinado a militares y conscriptos.

"La Tablada fue el intento de un putsch por izquierda. Suponían que iban a generar una insurrección popular. Su plan era fusilar a todos los oficiales en la Plaza de Armas del cuartel, subirse a los blindados y hacer los 23 kilómetros hasta Plaza de Mayo con el pueblo atrás, para exigirle a Alfonsín cambios económicos", señala el periodista Felipe Celesia, autor junto a Pablo Waisberg de la notable investigación "La Tablada, a vencer o morir. La última batalla de la guerrilla argentina", publicada en 2013.

El MTP nació amplio y movimientista, recogió militancia juvenil del Partido Intransigente, era en su origen una fuerza apreciada por lo que en lenguaje de la época se denominaba "el campo nacional y popular". Sacó la revista "Entre Todos" y financió la salida de Página 12, recuerda Celesia. Pero Gorriarán tenía más planes. "Era un enamorado de la experiencia sandinista. Se había quedado con guita de secuestros de la etapa anterior, en 1987 se presentan a elecciones pero les va mal. Ahí Gorriarán dice: 'Así no llegaremos nunca', y opta por la vieja receta de la operación militar. Querían conducir una sublevación popular”.

Terminaron aplastados en La Tablada. El Ejército y la Policía Bonaerense, junto a militares y policías que se sumaron sin encuadramiento, hicieron un cerco al cuartel. Actuaron comandos. El Ejército entró con blindados, usó artillería. "No querían que ninguno saliera vivo", recordó críticamente José D'Angelo Rodríguez, ex teniente dado de baja por carapintada, que se sumó a la acción.

El ex jefe del Ejército, Martín Balza, escribió en sus memorias que "hubo un tiempo excesivo en la recuperación", acciones confusas, y "destrucción innecesaria del cuartel". Hubo 9 militares (4 de ellos, conscriptos) y 2 policías muertos, además de decenas de heridos y mutilados. Por el lado del MTP, 28 muertos, y 4 desaparecidos: Provenzano, Carlos Samojedny, Iván Ruiz y José "Maradona" Díaz. Las consecuencias siguen hasta hoy: hace poco más de un mes empezó el juicio por la desaparición de Díaz. El único acusado, el general Alfredo Arrillaga, quien condujo las operaciones de recuperación por orden del jefe Ejército, Francisco Gassino (ver aparte). Arrillaga ya acumula cuatro perpetuas en juicios de lesa humanidad.

El ex ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, rememoró ante este diario que Alfonsín quiso ir cuanto antes el 24, y cuando no estaba aún garantizada la seguridad -había disparos de francotiradores- para evitar "excesos de violencia"”. Alfonsín, Jaunarena y el vocero José Ignacio López recorrieron la unidad todavía humeante donde yacían en el terreno los cadáveres mutilados y carbonizados de los guerrilleros.

Por cadena nacional, Alfonsín habló de la "alucinación” de los atacantes, de “estupor e indignación ante la sanguinaria y cruel acción de estos personeros de la muerte”. Entre las teorías conspirativas primó la de la "operación de inteligencia", por la relación del ministro del Interior Enrique “Coti” Nosiglia con Provenzano. Se conocían desde chicos y venían de familias radicales con fuertes lazos. Aunque en el juicio, Nosiglia declaró no haberse entevistado nunca siendo ministro con nadie del MTP. La teoría de que Nosiglia alentó al MTP con información falsa sobre un supuesto golpe carapintada, para Celesia y Waisberg fue echada a correr por sectores militares resentidos con el gobierno alfonsinista por los juicios al terrorismo de Estado. "Si el MTP aceptó información de inteligencia fue porque le servía para apuntalar su proyecto de insurrección popular", analizaron.

La hipótesis de la “operación" buscaba explicar lo descabellado de la acción. ¿No sabían nada "los servicios” (la SIDE, los del Ejército), del ataque? El general Balza al analizar la forma de recuperación del cuartel no descartó la intención de la inteligencia castrense "de presentar ante la sociedad la necesidad de que las FF.AA. participaran de la seguridad interna y reivindicar lo actuado por la dictadura”.

Fuente: Clarin

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