Un gobierno de sombras

Un gobierno que se presenta como imbatible, como aquel al que "no le entran las balas", pero cuyo verdadero rostro es el de la imposición, la soberbia y el desorden. Un gobierno que dice venir a salvar, pero en su camino destruye.

Por Mercedes Iñiguez

Han decidido desmantelar las comisarías barriales, esos pequeños bastiones de seguridad y confianza, para imponer las frías y fallidas "megas". Una decisión que no protege, sino que abandona a las comunidades, dejando el terreno libre para los narcos y su poder corrosivo. Los barrios quedan a la deriva, sin un lugar donde acudir, mientras el humo de las promesas vacías lo envuelve todo.

Los trabajadores de la seguridad, esos que conocemos la calle, que vivimos los problemas reales, somos ignorados y menospreciados. Nos reducen a cumplir órdenes ciegas, caprichos que sólo generan caos. La verdadera seguridad no se construye con patrullajes interminables ni agotando a quienes trabajamos en ella, sino con oportunidades reales para las familias, con niños bien alimentados y en las escuelas, con comunidades que no tengan que buscar en la basura para sobrevivir.

Dicen que "el pueblo los eligió", pero ¿hoy volverían a recibir ese voto de confianza? ¿Hoy que las promesas se han desmoronado y los derechos parecen un recuerdo lejano? Este no es un gobierno de seguridad; es un gobierno de control, de imposición, de despojo.

Los profesionales de la seguridad, aquellos que llevamos años de servicio y aprendizaje, sabemos que el desorden no es casual. "Orden y contraorden, desorden". Ese es su plan. Desmantelar las instituciones, fragmentar la confianza, justificar el caos para perpetuar el control.

Y mientras, el verdadero plan permanece oculto. Lo disfrazan con discursos grandilocuentes y lo encubren con medios de comunicación que sólo repiten lo que conviene. Pero la calma es mentira. Y cuando el humo se disipe, el pueblo verá que fue abandonado, no salvado.

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