En toda institución —sea pública, privada o de fuerzas de seguridad— el liderazgo y los ascensos deberían ser el reflejo del esfuerzo, la capacidad y el compromiso.
Por Lic. Alejandro Gabriel Lopez (*)
Sin embargo, no siempre ocurre así. Hay jefes que ascienden por mérito, y otros que lo hacen por conveniencia, relaciones personales o intereses ajenos al desempeño real. Y es allí donde comienza el deterioro silencioso de la cultura organizacional.
El impacto emocional en el personal
Cuando el mérito deja de ser el camino legítimo para crecer, la tropa o el equipo percibe la injusticia. El personal que se esfuerza, que se capacita y da más de lo que se le pide, comienza a sentir frustración, desmotivación e incluso enojo.
Aparece una sensación de injusticia emocional, porque el mensaje implícito es que “el esfuerzo no vale la pena”. Esa percepción afecta directamente el clima laboral, mina la confianza y apaga el entusiasmo de quienes aún creen en los valores institucionales.
Desgaste, renuncias y pérdida de compromiso
El resultado no se hace esperar: los mejores talentos empiezan a alejarse emocionalmente de la organización. Algunos optan por renunciar al cargo o reducir su implicación, mientras otros se limitan a “cumplir” sin involucrarse.
Lo que antes era pasión y orgullo por pertenecer, se transforma en rutina y distancia. Se pierde la motivación intrínseca, aquella que impulsa a trabajar por convicción y sentido de propósito.
Consecuencias para la credibilidad institucional
La organización también paga un precio alto. Cuando las decisiones se toman por conveniencia, se debilita la credibilidad del sistema de conducción. La tropa —o el personal— siempre sabe quién es quién. Reconoce quién trabajó con entrega y quién llegó por acomodo.
Con el tiempo, esa pérdida de confianza se traduce en falta de respeto hacia la autoridad, menor cohesión y un deterioro general del sentido de pertenencia.
La cultura organizacional se contamina, y recuperar el prestigio cuesta mucho más que conservarlo.
Liderar con justicia y coherencia
El verdadero liderazgo no se impone: se gana con coherencia, humildad y mérito. Un jefe que asciende por sus propios logros inspira, motiva y da ejemplo. En cambio, quien llega por conveniencia genera división y resentimiento. Las organizaciones saludables son aquellas que reconocen el esfuerzo, promueven la transparencia y sostienen la equidad como principio rector. Porque cuando el mérito es la base, la confianza florece y el compromiso se multiplica.
(*) Conferencista Internacional en Liderazgo
Representante de la República Argentina en la Asociación Internacional de Liderazgo – Grow – Ex Personal Jerárquico de la Policía de Santa Fe
CEO de Desarrollo Organizacional AGL
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