CONVOCATORIA CON DOLOR Y DIGNIDAD. Una caravana de silencio y dolor recorrió Santa Fe. La fuerza despidió a Brisa Rojas y exigió al gobierno provincial que deje de mirar para otro lado.
Por Alberto Martínez (*)
Una despedida que es también una denuncia colectiva
Este miércoles 16 de abril, a las 9.00 de la mañana, compañeras y compañeros uniformados realizaron un conmovedor acto de despedida a la Suboficial Brisa Maillén Rojas, fallecida en circunstancias que sacuden a toda la institución policial. La ceremonia se llevó a cabo en la sala velatoria SERCA, y luego el cortejo acompañó sus restos hasta el Cementerio Parque Santa Fe, en Aristóbulo del Valle 9900, donde fue sepultada.
Tenía solo 21 años. Había sido destinada a Rosario, lejos de su hogar en el centro-norte de la provincia, y murió como viven muchos trabajadores policiales: en soledad, sin contención, ni acompañamiento institucional.
La fuerza no la olvida. La sociedad tampoco. Pero el gobierno provincial… ni se dio por enterado.
Una caravana que no pasó desapercibida… excepto para el poder
Vecinos, familiares y compañeros fueron testigos del cortejo que atravesó una de las avenidas más importantes de la ciudad: Aristóbulo del Valle. Sin embargo, los principales medios locales —Diario El Litoral, Diario UNO y Aire de Santa Fe— ignoraron por completo el hecho.
Y peor aún: ninguna autoridad del Ejecutivo provincial, ni del Ministerio de Seguridad, ni de la Jefatura de Policía, se hizo presente o al menos emitió un mensaje institucional de condolencia. El silencio fue tan frío como la indiferencia.
“No se murió: la abandonaron”
Las palabras de quienes asistieron no dejaron dudas:
“Se fue una hija, una hermana, una camarada. Lo que no tendría que haber ocurrido. Pedimos por su eterno descanso. Que su muerte no sea en vano.”
Desde hace años, distintas organizaciones y sindicatos vienen alertando sobre esta problemática. En nombre de Brisa, hoy se vuelve a exigir con fuerza:
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La creación de un comité paritario de salud y prevención del suicidio en la Policía de Santa Fe.
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Protocolos de cuidado psicológico con participación real del personal.
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Políticas de proximidad para evitar que agentes jóvenes sean destinados a cientos de kilómetros de su casa sin estructura de apoyo.
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Un rechazo total a la criminal indiferencia del gobierno provincial, que sigue sin asumir su responsabilidad.
¿Hasta cuándo el abandono?
El caso de Brisa no es aislado. Es parte de un patrón. En Santa Fe, la política oficial sigue negando lo evidente: hay una crisis estructural de salud mental, condiciones laborales indignas, y desprecio por la vida del personal policial.
El ISEP, denunciado por cadetes y familiares, sigue funcionando con comida escasa, presencia de roedores y mosquitos, y falta de abrigo. Las entregas de uniformes —tan básicas como simbólicas— no superan el 25%, según testimonios del propio personal.
Y en ese marco, se le exige al joven policía que sea ejemplo, que esté siempre firme, que no falle. ¿Pero quién cuida al que cuida?
Que su muerte no sea en vano
Hoy Brisa es un símbolo. De lo que duele. De lo que se calla. De lo que se niega. Pero también de lo que debe cambiar. El Estado no puede seguir trasladando culpas ni ocultando realidades.
El silencio institucional es una forma de abandono. La falta de respuestas, una forma de violencia.
Desde este espacio, como siempre, alzamos la voz con respeto, pero con firmeza. Y convocamos a que esta tragedia no se archive en la burocracia ni en el olvido.
La fuerza se expresó: el silencio oficial se quiebra con la voz de la familia policial
Mientras el Gobierno provincial sigue en silencio, la familia policial y la ciudadanía no se callan. A través de las redes sociales, cientos de mensajes expresaron dolor, bronca y exigencias claras. La muerte de Brisa Rojas no fue una más: fue un grito colectivo contra la desidia, el abandono institucional y la hipocresía política.
“¿Cuántos chicos más tienen que quitarse la vida para que hagan algo?”, escribió una usuaria en redes.
“No se murió: la abandonaron”, replicó otra.
“¿Dónde están el Gobernador, el Ministro, los jefes? Hoy se despidió a una camarada que vendía pastelitos para estudiar y terminó sola a 160 km de su casa”, agregó otra persona.
“La vocación no alcanza cuando el sistema te rompe por dentro”, denunciaron varios.
Entre las denuncias más repetidas:
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Horarios ilegales (12×36 y 24×48), sin respiro ni previsibilidad.
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Recargos forzados que interrumpen los pocos francos disponibles.
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Violencia institucional encubierta en el ISEP: “mosquitos, comida podrida y falta de abrigo”.
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Psicólogos del Estado que revictimizan y maltratan: “los tratan de locos, les devuelven el arma sin seguimiento y amenazan con darles la baja”.
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Destinos a cientos de kilómetros sin criterio humanitario, mientras los hijos de jefes y políticos “quedan cerca y cómodos”.
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Un régimen de trabajo que deteriora la salud física, emocional y familiar: “mi hijo no puede ver a sus hijos”, “tenemos que hacer dedo para volver a casa”, “trabajamos como esclavos por un bono de comida que alcanza para dos días”.
“Somos un número para ellos”, repitieron muchos.
“Que Brisa no sea una estadística más”, pidieron todos.
Frente a tanto testimonio, una verdad se impone:
No es una tragedia personal. Es una tragedia institucional. Y era evitable.
¡Quien quiera oir que oiga!
(*) Licenciado en Seguridad Pública y Ciudadana por la Universidad Nacional del Chaco Austral (UNCAUS), ex oficial de la Policía de la Provincia de Santa Fe, dirigente gremial policial y periodista.
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