En milésimas de segundo, una decisión puede salvar una vida… o arruinar la del propio policía.
La justicia que no entiende de botas ni balas
El Dr. Gabriel Sarla conoce bien lo que dice. Fue policía durante 15 años en Santa Fe y hoy defiende a los que siguen en la trinchera. En una declaración que ya circula entre pasillos, grupos de WhatsApp y comisarías, advirtió sobre un fenómeno tan preocupante como silenciado: la criminalización del error policial.
“No se los imputa por hacer mal su trabajo, sino por hacerlo en condiciones que nadie entiende desde un despacho”, afirma.
La presión de decidir en milésimas de segundo
El mensaje de Sarla recuerda lo que todo efectivo sabe y muchos parecen olvidar: la calle no es una oficina. Ahí el tiempo es otro, las decisiones no pasan por revisión técnica y lo que se juega es la vida.
“Se le exige al policía un nivel de análisis mayor al de un abogado cuando redacta un acta. Y eso, sin formación, sin respaldo, sin contención”, denuncia. El problema, dice, arranca en la Escuela de Policía, donde muchas veces falta el marco jurídico necesario para enfrentar la calle y después, el juzgado.
La soledad del uniforme ante el fiscal
El riesgo no solo está en el enfrentamiento armado. También lo es el escritorio del fiscal. Porque si ese agente no tomó la decisión “correcta” según un criterio que nadie explicó, termina imputado, suspendido o directamente preso. Y sin defensa, porque el sistema lo deja solo.
“La falta de objetividad es tremenda. No se ponen en el lugar del policía que actuó en un contexto extremo”, sostiene Sarla.
Entre el juicio social y el juicio penal
Los medios también aportan lo suyo. Titulares que condenan antes que la justicia, que venden una versión simplista: “el policía es el malo”. Así, mientras combate el delito, el trabajador policial pelea una guerra paralela por su buen nombre y por su libertad.
Pero no todo es pesimismo. El abogado concluye con un mensaje directo a quienes hoy patrullan las calles: “Instruyanse más, lean más, actúen con cabeza fría y recuerden que su familia los espera”.
¿Qué hacemos desde APROPOL y FRECUENCIA AZUL?
Desde estos espacios defendemos con firmeza una idea: proteger al que protege es parte esencial de una buena seguridad pública. No se trata de impunidad, se trata de justicia. Una justicia que comprenda, respete y contemple el contexto en que actúa quien lleva el uniforme.
Porque mejorar las condiciones de quienes nos cuidan no es solo justo: es necesario para que cuiden mejor a la sociedad toda.
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