Llamar “malvinenses” a los kelpers es legitimar la usurpación y roza la traición a la Patria

Milei ha cruzado una línea peligrosa. Lo que hizo el 2 de abril no fue rendir homenaje: fue rendirse ideológicamente ante el imperio. Y eso, para nosotros, es inaceptable.

Por Alberto Martínez (*)

“Anhelamos que los malvinenses voten con los pies y decidan ser argentinos.”

Con esta frase, Milei no solo ignora deliberadamente la historia: le otorga un estatuto de sujeto político al ocupante británico. Los actuales habitantes de las Islas Malvinas no son malvinenses. Son kelpers, descendientes de colonos británicos que llegaron después de que el Reino Unido invadiera las islas en 1833 y expulsara a la autoridad argentina.

Decir que deben “elegir ser argentinos” es desconocer que las Malvinas ya son argentinas. No hay nada que votar, ni nada que convencer: hay una ocupación extranjera que debe cesar. Los kelpers no tienen derecho a la autodeterminación porque no son un pueblo colonizado, sino colonizador.

La Resolución 2065 de la ONU lo deja claro: es una disputa entre Estados, no una cuestión de preferencias individuales.

Traición no es una palabra menor

La Constitución Nacional establece en su artículo 29 que ningún funcionario puede arrogarse facultades que impliquen la suma del poder público o actos de traición a la Patria.

El Código Penal, en su artículo 214, define traición como “tomar armas contra la Nación o unirse a sus enemigos, prestándoles ayuda o socorro”.

¿Hablamos aquí de traición en sentido técnico-jurídico? No necesariamente. Pero si hablamos de una actitud política que favorece al enemigo histórico de la Nación Argentina, debilitando nuestra posición diplomática, legitimando al invasor, y vaciando de contenido nuestro reclamo soberano.

Y eso, en el marco de un acto oficial por Malvinas, es una afrenta imperdonable.

La soberanía no se mide en dólares ni en rankings de libertad

“Queremos que Argentina sea tan próspera que los isleños quieran ser argentinos.”

La lógica liberal de Milei transforma a Malvinas en un problema de marketing, como si con suficiente apertura comercial, los británicos que viven en nuestras islas decidieran voluntariamente unirse a nosotros.

Es el mundo al revés: ya no somos una Nación que reclama sus derechos, sino una empresa que intenta resultar atractiva para sus propios usurpadores.

Esa idea, además de cínica, es peligrosa. Porque oculta la verdad: no se trata de que los kelpers nos elijan. Se trata de que el Reino Unido nos robó un pedazo de territorio que es, fue y será argentino.

Elogiar a Thatcher es pisotear la tumba de nuestros héroes

A la afrenta del 2 de abril se le suma una vergüenza que Milei repite sin pudor desde hace años: su abierta admiración por Margaret Thatcher, la ex primera ministra británica responsable del hundimiento del crucero ARA General Belgrano, fuera de la zona de exclusión y con 323 argentinos asesinados.

Admirar a Thatcher no es solo una provocación: es un insulto directo a los familiares de las víctimas, a los sobrevivientes y a la memoria nacional.

El hundimiento del Belgrano fue un crimen de guerra. Y sin embargo, el presidente de la Nación elogió a su autora intelectual como “una gran líder” y un “modelo de firmeza”. ¿Qué firmeza hay en ordenar la muerte de soldados indefensos? ¿Qué dignidad hay en venerar a quien celebró haber matado cobardemente violando las leyes de la guerra a argentinos como si eso fuese un logro político?

Quien elogia a una asesina de argentinos no solo está desubicado: está deshonrando la investidura presidencial.

El uso político de las Fuerzas Armadas:

¿reconocimiento o manipulación?

Valoramos todo acto de justicia hacia los veteranos de guerra. El decreto que reconoce el grado de subteniente a ex soldados aspirantes a oficiales es un paso justo y necesario. Pero lo condenable es el intento de utilizar a los caídos y a las Fuerzas Armadas como plataforma discursiva para justificar un modelo político destructivo.

Porque no hay soberanía sin defensa. Pero tampoco hay defensa posible si se destruye el Estado, se desmantelan sus capacidades científicas, se entrega el Atlántico Sur al capital extranjero y se privatiza la política exterior.

Desde este medio lo decimos sin vueltas: esto no es un error. Es un plan.

El discurso de Milei no fue un desliz retórico. Fue un acto coherente con su visión de mundo: la Argentina como una corporación sin historia, sin proyecto nacional, sin dignidad territorial.

❝La causa Malvinas no es compatible con el anarcocapitalismo. No hay soberanía sin Estado, sin Nación, sin Pueblo.❞

Por eso, desde este medio decimos con firmeza:

Milei ha cruzado una línea peligrosa.

Lo que hizo el 2 de abril no fue rendir homenaje: fue rendirse ideológicamente ante el imperio. Y eso, para nosotros, es inaceptable.

Malvinas no se negocia. Malvinas no se vota. Malvinas se defiende.

A 43 años del inicio de aquella guerra injusta pero heroica, no vamos a permitir que se usen nuestros símbolos, nuestros muertos y nuestros veteranos para justificar un proyecto de entrega.

Porque Malvinas no es solo una causa: es una frontera ética de la argentinidad. Y quien cruza esa frontera para congraciarse con el invasor, traiciona a la Patria.

Como siempre ante lo injusto alzamos la voz por los que no pueden hablar, por los que murieron con la azul y blanca en el pecho, y por todos los que aún creen que la soberanía se construye con memoria, justicia y lucha que son gracias a Dios la inmensa mayoría del Pueblo Argentino.

¡Quien quiera oir que oiga!

(*) Licenciado en Seguridad Pública y Ciudadana por la Universidad Nacional del Chaco Austral (UNCAUS), ex oficial de la Policía de la Provincia de Santa Fe, dirigente gremial policial y periodista.

Déjanos tu comentario