Cada 2 de abril, la Argentina se arrodilla ante la memoria. Pero no con sumisión, sino con respeto. No con debilidad, sino con dignidad. Nos inclinamos ante la sangre derramada por nuestros héroes y mártires de la Guerra del Atlántico Sur, conscientes de que esa causa —la de Malvinas— no es una herida del pasado, sino una bandera del futuro.
Por Alberto Martinez (*)
Malvinas no es solo una cuestión territorial. Es una expresión profunda del alma nacional. Un símbolo de soberanía, coraje y resistencia. Un espejo incómodo donde la clase política muchas veces evita mirarse, pero que el pueblo no deja de llevar en el corazón. Porque la gesta de 1982, con sus errores y sus grandezas, es también una postal de quiénes somos y de lo que podemos ser.
Hoy rendimos homenaje a quienes combatieron con el pecho lleno de amor a la Patria. Jóvenes de 18, 19 años —la mayoría humildes, del interior profundo, de los barrios trabajadores— enfrentaron a una de las mayores potencias militares del planeta. Lo hicieron por su país. Por sus familias. Por una bandera que no se rinde.
Y también recordamos con dolor a los 649 caídos, a los que murieron luego en el silencio del olvido, y a los que siguen luchando contra las secuelas invisibles de la guerra. No se trata de palabras bonitas, sino de una deuda histórica. A nuestros veteranos no se les honra solo con actos protocolares, sino con políticas concretas, con reconocimiento social, con memoria activa.
Malvinas es una causa que no prescribe. Porque fue, es y será parte indivisible de nuestra identidad nacional. Porque las islas siguen ocupadas, y aunque la guerra haya terminado, la injusticia persiste. Porque mientras flamee en nuestras escuelas, en nuestras plazas, en nuestras marchas y en nuestras conciencias, la soberanía no estará derrotada.
Quienes lucharon en el Atlántico Sur no fueron marionetas, ni locos, ni víctimas pasivas. Fueron soldados, fueron hombres y mujeres de honor. Y también fueron parte de un pueblo que los sigue amando y que, en su nombre, sigue reclamando lo que nos pertenece: la tierra, la dignidad y la verdad.
Hoy, como cada 2 de abril, no olvidamos. No negociamos la memoria. No renunciamos a la causa.
Porque Malvinas nos une. Nos define. Nos convoca.
Y porque en esta patria herida, aún hay batallas que vale la pena dar.
¡Quien quiera oir que oiga!
(*) Licenciado en Seguridad Pública y Ciudadana por la Universidad Nacional del Chaco Austral (UNCAUS), ex oficial de la Policía de la Provincia de Santa Fe, dirigente gremial policial y periodista.