Compañeros somos trabajadores. Nos levantamos cada día, enfrentamos riesgos, dejamos a nuestras familias para cumplir con nuestro deber.
Por Mercedes Iñiguez (*)
Pero, ¿para quién trabajamos? Para el pueblo, para nuestra gente, para aquellos que un día fueron como nosotros y hoy, siendo jubilados, ven cómo sus derechos son pisoteados.
Cada vez que salimos a la calle a reprimir a quienes reclaman lo justo, debemos preguntarnos: ¿a quién estamos protegiendo realmente? ¿Al pueblo o a quienes lo empobrecen? Los jubilados, esos hombres y mujeres que dieron su vida trabajando, hoy apenas pueden elegir entre comer o comprar sus remedios. Mientras tanto, quienes nos dan órdenes viven sin preocupaciones, sin sentir en la piel la crisis que nos golpea a todos.
No somos privilegiados. Somos parte de la misma clase social que aquellos que hoy están en la calle pidiendo justicia. Mañana, nosotros seremos ellos. ¿Queremos llegar a la vejez con una jubilación que no alcanza ni para vivir dignamente?
Nuestras leyes, nuestra Constitución, establecen derechos que deben ser respetados. Si reprimimos a quienes exigen lo justo, nos estamos traicionando a nosotros mismos. Hay quienes han sobrepasado los límites en su función y hoy pagan las consecuencias, porque la historia siempre pone a cada uno en su lugar.
Miremos alrededor. ¿Nos alcanza el sueldo? ¿Podemos ahorrar algo? ¿Podemos darle a nuestras familias el futuro que soñamos? Si la respuesta es no, entonces la lucha de los jubilados también es nuestra lucha. Porque la injusticia que ellos sufren hoy, será la nuestra mañana.
Que el odio no nos nuble. Que la obediencia ciega no nos haga perder de vista lo más importante: nuestra dignidad como trabajadores. La historia nos juzgará, y debemos preguntarnos en qué lado queremos estar.
Por una patria justa, sin represión a los que luchan, sin odio entre hermanos.
(*) Personal policial de Santa Fe en actividad
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