Patrulleros que chocan: la otra cara del cansancio policial

Patrulleros que chocan: la otra cara del cansancio policial

En apenas once días, cuatro móviles policiales protagonizaron accidentes en Santa Fe. No es azar: es agotamiento, presión y falta de descanso.

Por Rubén Pombo

En los últimos once días, ya son cuatro los siniestros viales protagonizados por patrulleros en la ciudad de Santa Fe. Golpes contra autos particulares, motociclistas heridos, móviles que terminan arriba de la vereda en plena persecución, e incluso choques entre patrulleros. Una seguidilla que cualquiera podría atribuir a la mala suerte… salvo que la estadística y los testimonios internos cuentan otra historia.

Una semana atrás lo advertimos

Ya lo habíamos adelantado hace una semana en APROPOL: “Patrulleros que chocan, policías que no descansan: el síntoma que nadie quiere mirar”. Y los hechos nos dieron la razón demasiado rápido. Lo que analizamos entonces —la fatiga crónica, los turnos arbitrarios, la presión operativa y la ausencia total de políticas de descanso— quedó confirmado por esta nueva seguidilla de siniestros. No es mala suerte ni casualidad: es la consecuencia lógica de un sistema que exprime a sus trabajadores y después se sorprende cuando las cosas salen mal. El título que publicamos fue premonitorio porque describe un patrón que la conducción política insiste en negar, pero que cada choque vuelve a poner frente a los ojos de toda la sociedad.

Patrulleros que chocan, policías que no descansan: el síntoma que nadie quiere mirar

En mayo último anunciamos el «colapso» de noviembre

Ya en mayo advertimos que la policía santafesina estaba al borde del colapso: guardias interminables, estrés constante, falta de descanso y condiciones laborales degradantes que vulneraban su salud física y mental. APROPOL había denunciado —y nosotros reproducido— ese cuadro de abandono institucional, donde los efectivos apenas “aguantaban” en medio de la demanda creciente y la ausencia de garantías mínimas. Ese escenario de desgaste estructural, hoy visible en cada choque, no fue una sorpresa: fue la advertencia ignorada.

No dan más: la policía santafesina al borde del colapso

No estamos ante una excepción: estamos ante un síntoma.

Un móvil policial chocó a un auto particular en el centro de Rosario

Urgencia operativa + fatiga: la tormenta perfecta

Las investigaciones preliminares de cada siniestro revelan un patrón que se repite con la precisión triste de lo inevitable:

  • Intervenciones de urgencia, móviles saliendo a máxima velocidad en persecuciones o llamados críticos.

  • Turnos interminables, guardias mal planificadas y descansos insuficientes.

  • Presión por resultados, ese mandato tácito de “llegar primero” que empuja al límite a cualquier conductor.

  • Falta de capacitación específica en conducción de emergencia, especialmente bajo estrés —una falencia estructural del sistema.

  • Móviles con mantenimiento irregular, donde la precariedad mecánica se vuelve un factor silencioso.

Cuando estas variables se acumulan, la pregunta no es por qué se chocan patrulleros, sino por qué no se chocan más.

La otra inseguridad: cuando el Estado pone en riesgo a su propia fuerza

Cada vez que un patrullero choca, también chocan dos ideas fundamentales:

  1. El principio de que el Estado debe proteger.

  2. La confianza social en quienes conducen esos móviles.

Una policía exhausta es una policía que —sin quererlo— puede terminar siendo un peligro para sí misma y para terceros. ¿Y quién paga el precio? El ciudadano atropellado, el joven motociclista, el policía lesionado, la familia que recibe el llamado de madrugada.

La responsabilidad es institucional, no individual

Seamos claros: ningún agente quiere chocar. Ningún conductor sale a arriesgar su vida o la de otros. Pero cuando el sistema exprime, presiona, acelera y niega derechos básicos, el accidente deja de ser una falla humana para convertirse en un fallo estructural.

La solución no está en “llamar la atención” a los choferes.

La solución está en revisar:

  • Los horarios.
  • Los descansos.
  • Los protocolos de urgencia.
  • La formación profesional.
  • El estado mecánico de los móviles.

Sin eso, cualquier discurso oficial sobre “modernización” o “control” es puro humo.

Llamamiento a la comunidad. No mirar para otro lado

Este problema no es “de la policía”. Es un problema público y político.

Una fuerza sobrecargada, extenuada y sin derechos laborales plenos no puede garantizar la seguridad de nadie. Lo saben los policías, lo saben sus familias y lo sabe cada vecino que pone el cuerpo cuando un patrullero pasa a toda velocidad sin control.

Por eso, convocamos a:

  • Organizaciones de derechos humanos,
  • colectivos de trabajadores estatales,
  • sindicatos y asociaciones de policías,
  • universidades,
  • legisladores,
  • y medios independientes,

a exigir en conjunto:

  • Auditorías públicas sobre los turnos y cargas laborales.
  • Revisión inmediata de los protocolos de conducción de emergencia.
  • Mantenimiento obligatorio y certificado de cada patrullero.
  • Un sistema de control civil y ciudadano, porque la seguridad también necesita participación social.

No se trata de culpar: se trata de cuidar. Porque cuando un patrullero choca, no se estrella solamente un móvil. Se estrella una idea de Estado.

Y reconstruir esa idea —con dignidad, responsabilidad y confianza soberana— es tarea de todos.

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