En tiempos donde la búsqueda de empleo atraviesa a gran parte de la sociedad, no es raro que algunas convocatorias para ingresar a fuerzas de seguridad sean presentadas como simples oportunidades laborales. Sin embargo, esa mirada puede resultar reduccionista y, en muchos casos, contraproducente.
Por Lic. Alejandro Gabriel López (*)
El ingreso a una fuerza de seguridad no puede ni debe ser considerado un “trabajo común”. Implica mucho más que una fuente de ingreso: conlleva vocación, disciplina, sacrificio y una profunda responsabilidad social. No se trata solo de cubrir vacantes, sino de formar servidores públicos comprometidos con el bienestar de la comunidad y con los valores que sostienen el orden democrático.
Presentar estas convocatorias como una salida laboral más puede desvirtuar el verdadero espíritu de la función, atrayendo a personas que quizás ven en el uniforme únicamente estabilidad económica, sin comprender la dimensión ética, el riesgo físico y el compromiso institucional que representa.
La comunicación institucional, en este sentido, debe ser clara, pero también cuidadosa. Es importante informar a la ciudadanía sobre los procesos de incorporación, pero sin caer en mensajes simplistas o emocionales que conviertan un acto de vocación en una promesa de empleo convencional.
Una convocatoria bien planteada debe destacar el honor de servir, el valor de la formación, el sentido de pertenencia y el camino de carrera dentro de la institución. Debe hablar de ética, compromiso, trabajo en equipo y servicio al otro. Solo así se preservará la esencia de las fuerzas de seguridad como pilar fundamental de una sociedad organizada.
Banalizar ese ingreso no solo daña la imagen de la institución, sino que puede impactar directamente en la calidad del recurso humano que se incorpora. Y en materia de seguridad pública, esa calidad es irrenunciable.
(*) Experto en Liderazgo @alejandrogabriellopezoficial
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