En el siglo XXI, la colonización ya no llega montada sobre barcos de guerra ni acompañada por infantes de marina. La nueva colonización es sutil, elegante y casi indetectable. No necesita ocupar territorios: ocupa conciencias, emociones y sistemas de control interno. Ampliamos este análisis al situar la creación de la Fundación dentro de una estrategia geopolítica más extensa.
Por Alberto Martínez (*)
La nota publicada en Frecuencia Azul expone cómo la Fundación de la Familia Policial, presentada como una iniciativa de contención y asistencia emocional para los efectivos de la Policía de la Ciudad, en realidad actúa como un dispositivo de control político y emocional. Esta fundación, respaldada por figuras políticas y empresariales con vínculos internacionales, se inserta en un contexto más amplio de injerencia extranjera en las fuerzas de seguridad argentinas.
En «Del soldado al policía emocionalmente capturado», ampliamos este análisis al situar la creación de la Fundación dentro de una estrategia geopolítica más extensa. Esta estrategia implica la implementación de modelos de seguridad y control social promovidos por potencias extranjeras, especialmente Estados Unidos e Israel, que buscan influir en la formación y operación de las fuerzas de seguridad locales a través de programas de cooperación, asistencia técnica y formación doctrinaria.
Introducción
Hoy, la verdadera lucha por la soberanía en América Latina ya no pasa únicamente por la defensa militar de las fronteras o el manejo de los recursos naturales. Pasa, silenciosamente, por un frente mucho más profundo: la captura de las fuerzas de seguridad locales, su formación, su inteligencia, su lealtad y, sobre todo, su identidad.
Detrás de programas de cooperación internacional, fundaciones asistenciales, capacitaciones en cibercrimen y donaciones de equipamiento, se esconde una maquinaria precisa y sofisticada de subordinación estratégica. Una maquinaria que tiene nombres propios: DEA, FBI, CIA, MOSSAD, y que opera cada vez con mayor habilidad mediante socios locales, intermediarios y «hombres de confianza» de intereses extranjeros.
En esta nueva guerra sin balas, el verdadero objetivo ya no es el territorio: es el alma de quienes, en teoría, deberían defendernos. ¿Qué ocurre cuando el policía que lleva nuestro uniforme ya no responde emocional, operativa o ideológicamente a su propio pueblo, sino a intereses foráneos? ¿Qué riesgo enfrentamos como Nación cuando nuestras fuerzas de seguridad son moldeadas más por algoritmos ajenos que por la historia y la identidad nacional?
En esta entrega, analizaremos los mecanismos concretos de esta nueva colonización y las alternativas posibles para resistir, recuperar y defender una soberanía que hoy se juega —como nunca antes— en el corazón mismo de nuestras instituciones de seguridad.
I. El nuevo rostro de la subordinación
La colonización ya no necesita bases militares. Basta con instalar centros de «capacitación», acuerdos de cooperación, ONGs amigas y fundaciones de ayuda humanitaria. Desde esos dispositivos se infiltran doctrinas, lenguajes, protocolos y tecnologías que poco tienen que ver con nuestra historia institucional y mucho con los intereses geoestratégicos de Estados Unidos e Israel.
El dólar financia la infraestructura. El algoritmo controla la acción. Y el relato de la asistencia emocional sustituye la conciencia crítica. En lugar de policías soberanos, con pensamiento propio, se cultivan fuerzas obedientes, entrenadas para servir a la estabilidad del orden global, no a la justicia del Pueblo.
II. La Fundación como vector de penetración cultural y emocional
La creación de la Fundación de la Familia Policial de la Ciudad de Buenos Aires es una pieza clave de este proceso. Lo que se presenta como asistencia social y contención emocional, en realidad cumple múltiples funciones de control político, fidelización vertical y neutralización preventiva del pensamiento crítico.
La Fundación de la Familia Policial: solidaridad, poder y control en la Ciudad de Buenos Aires
Detrás de la filantropía institucional se esconde una arquitectura de subordinación cuidadosamente elaborada. Se recogen datos sensibles, se detectan vulnerabilidades, se premian fidelidades. Se evita todo lo que huela a organización sindical, a conciencia de clase o a pensamiento nacional.
No es casual que los principales promotores de la Fundación estén ligados al macrismo, a empresarios como Mario Montoto —con nexos directos con empresas de seguridad israelíes— y a operadores formados en redes como la RAP (Red de Acción Política), financiada por fundaciones estadounidenses. El relato de la «familia policial» es, en realidad, una fórmula sofisticada de control emocional, mucho más efectiva que la vieja represión autoritaria.
III. El soldado capturado y el policía formateado
El paso del militar a la lógica policial fue una de las grandes transformaciones del control social en América Latina. Pero ahora vamos más allá: el policía ya no es solo un agente del orden. Es también una persona emocionalmente moldeada, programada desde la asistencia institucional para obedecer sin cuestionar.
La lógica del algoritmo reemplaza a la doctrina. Las cámaras, los botones antipánico, los programas de reconocimiento facial y los sistemas de alerta temprana reemplazan al pensamiento táctico tradicional. En este esquema, el policía deja de ser un sujeto soberano para convertirse en una terminal operativa de un sistema que ni conoce ni controla.
IV. ¿Cómo resistir esta nueva forma de colonización?
La respuesta no puede ser nostálgica ni puramente defensiva. Necesitamos un nuevo paradigma de soberanía en seguridad:
- Formación doctrinaria nacional para las fuerzas de seguridad.
- Independencia tecnológica y rechazo a las donaciones envenenadas.
- Promoción de espacios de organización gremial con sentido patriótico.
- Recuperación del sentido ético de la función policial: servir a la comunidad, no al poder global.
Sólo así podremos volver a tener fuerzas que respondan al interés nacional, y no a las terminales del nuevo orden internacional.
Conclusión
La colonización de hoy no se impone con uniformes extranjeros. Se instala con sonrisas, logos institucionales y manuales de asistencia. Y se consolida en el alma de aquellos que deberían protegernos. Por eso, más que nunca, el desafío es despertar. Despertar conciencia, identidad, pensamiento crítico y espíritu nacional. Porque sin soberanía en las fuerzas de seguridad, no hay soberanía posible en la Nación.
«La verdadera independencia no se firma con tratados: se defiende en el alma de cada uno de los que portan el uniforme de la Patria.»
Adelanto
En los próximos días, una nueva…
“¿A quién sirve el policía?: Lealtades en disputa entre el poder y el Pueblo”
Lealtades en disputa. En tiempos de fundaciones, contención emocional y marketing institucional, la verdadera batalla es por el alma de quien porta el uniforme. ¿Se debe al Pueblo o a los intereses del poder? ¿Es instrumento de control o servidor de la justicia social? ¿Quién le habla al oído: el sindicato o la fundación?
¡Quien quiera oir que oiga!
(*) Periodista. Licenciado en Seguridad Pública. Especialista en seguridad y derechos laborales de los trabajadores policiales y penitenciarios.
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