La intervención en la Unidad Penal N.º 1 de Santa Fe no fue una decisión administrativa neutra, sino una jugada directa de la ministra de Seguridad contra el tridente provincial que la expuso públicamente. Masneri, Cococcioni y Pullaro quedaron desdibujados tras el escándalo.
Por Alberto Martínez (*)
Una gestión a puro acting
Mientras los titulares intentan calmar las aguas con promesas de «normalización» en la cárcel de Las Flores, la verdad es que estamos ante otro capítulo del desmanejo crónico de la política penitenciaria santafesina. Una institución absolutamente degradada es presentada como «intervenida» —como si eso significara algo más que un cambio de caras y una conferencia de prensa.
Pero esta vez el manotazo no vino solo desde Santa Fe: el operativo limpieza fue un «pase de factura» político de la ministra Patricia Bullrich a los armadores de la movida local —léase Maximiliano Pullaro, Pablo Cococcioni y Lucía Masneri— tras la vergonzosa pantomima que armaron hace semanas con el simulacro de inauguración de la cárcel federal de Coronda.
Sí, simulacro. Porque ese edificio aún no tiene habilitación judicial completa, no cuenta con personal capacitado suficiente ni cumple con los requisitos mínimos para funcionar como unidad federal de detención. Pero eso no impidió que el tridente santafesino se sacara fotos, montara banderas y le mostrara a Bullrich un operativo de seguridad «exitoso» que en realidad era cartón pintado.
Un vuelto con nombre y apellido
La intervención en Las Flores fue el vuelto político de Bullrich, molesta por haber sido expuesta en esa farsa. A nadie se le escapa que la medida llegó con aval federal y que busca lavar la imagen de una gestión que, en lo profundo, sigue jugando al marketing mientras los pabellones hierven de violencia, corrupción y descontrol.
El problema no es solo lo que se encontró —más de 4 kilos de marihuana enterrados en el patio del pabellón 6— sino lo que se dejó de controlar durante años. No hay magia: cuando el Estado se retira, el delito ocupa el lugar. Y eso no se arregla con intervenciones exprés ni con promesas vacías de “normalización en mayo”.
Cárceles: el nuevo escenario de la propaganda
Mientras tanto, las unidades penitenciarias se han convertido en escenarios de propaganda política y no en espacios de verdadera reinserción ni seguridad institucional. Se nombran y desplazan funcionarios como si fueran fichas en un tablero, pero los problemas de fondo —estructurales, presupuestarios, laborales— siguen igual o peor.
La gestión Cococcioni-Masneri, sostenida por Pullaro, no ha traído mejoras concretas para los trabajadores penitenciarios ni para los internos. Tampoco en materia de prevención, formación ni contención. Se sigue trabajando con personal extenuado, sin recursos y en condiciones materiales que rayan lo inhumano.
Conclusión: maquillaje sin reforma
El caso de Las Flores debería ser el detonante de una reforma penitenciaria seria, integral, centrada en los derechos de los trabajadores y en políticas de seguridad verdaderamente eficaces. Pero, por ahora, todo indica que seguimos en la lógica del maquillaje, del acting para las cámaras y de los pases de factura entre socios políticos.
Mientras tanto, quienes pagan los platos rotos siguen siendo los mismos: los trabajadores penitenciarios y los sectores más vulnerables del sistema penal.
¡Quien quiera oir que oiga!
(*) Periodista. Licenciado en Seguridad Pública. Especialista en justicia y derechos laborales de los trabajadores policiales y penitenciarios.
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